El uso de dispositivos electrónicos colocados dentro del cuerpo humano con fines médicos se perfila como una terapia prometedora. Desde hace años, laboratorios de todo el mundo trabajan en el desarrollo de estos implantes, que ya están siendo utilizados con resultados esperanzadores, por ejemplo, en pacientes con enfermedades neurodegenerativas.
Pero como ocurre con muchos de los dispositivos electrónicos que usamos en nuestra vida diaria, uno de los obstáculos de estos implantes es el suministro de energía. Normalmente llevan baterías que deben sustituirse cada cierto tiempo mediante una nueva intervención, una desventaja para la que un equipo de ingenieros de la Universidad de Stanford (EEUU) propone una alternativa en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
El equipo liderado por John Ho ha desarrollado un dispositivo electrónico muy pequeño, con un tamaño equivalente al de un grano de arroz, que es alimentado mediante un sistema inalámbrico basado en ondas electromagnéticas que cuenta con otro elemento externo. Este segundo dispositivo, parecido a una tarjeta de crédito, se coloca sobre la piel del paciente en la misma zona en la que se encuentra el implante interno para recargarlo.
De momento, se trata de un prototipo que sólo ha sido probado en animales (en concreto, en un cerdo y en un conejo, al que se le implantó un minúsculo marcapasos). Según explican los autores, ya están preparando los ensayos con humanos y en breve solicitarán los permisos para llevarlos a cabo, por lo que incluso aunque estas pruebas tengan éxito, aún pasarían bastantes años antes de que se aplicaran en pacientes.
El equipo de Stanford sostiene que los implantes electrónicos podrían suponer una alternativa a las terapias con fármacos, aportando la ventaja de que el dispositivo actuaría de forma localizada, es decir, sólo en el área deseada y no de forma generalizada como la mayor parte de los medicamentos. Pero las relativamente voluminosas baterías que llevan muchos de los dispositivos médicos disponibles en la actualidad, añaden, están impidiendo que su uso se extienda: «Tenemos que hacer que estos dispositivos sean tan pequeños como sea posible para implantarlos de una forma más sencilla en el cuerpo y desarrollar nuevas formas de tratar enfermedades y aliviar el dolor», afirma la investigadora Ada Poon, coautora de este trabajo, en un comunicado.
En su opinión, esta tecnología podrá usarse también para desarrollar sensores que monitoricen funciones vitales desde dentro del organismo, para estimular y modificar señales neuronales en el cerebro o suministrar fármacos de forma localizada.
Enlace Fuente: Diario El Mundo